Javier S Gastro

Críticas

El Restaurante Casa Romántica en Agaete, un espacio que se afianza como alma de sabor a Gran Canaria.

En este verano 2025, el Restaurante Casa Romántica en Agaete ha entrado con fuerza añadiendo una nueva propuesta gastronómica más “casual”, terraza con espacio para tapas, vinos y cañas o reinaugurando su Centro de Interpretación Cultural a la que se le añade una nueva tienda donde se podrá adquirir los mejores productos de toda Gran Canaria. Los Jardines de Casa Romántica, la propuesta más asequible y desenfadada del complejo Casa Romántica en Agaete, se ha consolidado como una opción gastronómica singular en Gran Canaria. Ubicado en un espacio que abraza la luminosidad de los jardines, este restaurante, dirigido por el chef Aridani Alonso y el inspirador Víctor Lugo, permite acercarse al galardonado universo creativo de Casa Romántica a través de una fórmula accesible y flexible. Atún Jardines Casa Romántica. El menú-carta de Los Jardines presenta una cuidada selección que da voz tanto a creaciones innovadoras del chef como a algunos de los platos más celebrados en la historia de Casa Romántica. El comensal puede diseñar su experiencia eligiendo entre cuatro entrantes, cuatro principales y cuatro postres, por un precio cerrado de 40 euros, en un espacio acogedor con capacidad para 35 personas. En la oferta actual destacan opciones como el aguacate asado con escabeche de guayaba y almendras tostadas, el arroz de cochino canario con emulsión de romero, la terrina de costilla con batata, la lubina Aquanaria con pilpil de hinojo o el tataki de atún de aleta amarilla. La filosofía de Casa Romántica se basa en la sostenibilidad y la defensa del producto local. El restaurante se autoabastece en gran medida de sus fincas propias, donde cultiva frutas tropicales y productos de temporada, elabora quesos y produce su propio vino y café. Esta apuesta local se complementa con acuerdos con agricultores, pescadores y denominaciones de origen insulares, y se refleja en que la mitad de la carta de vinos es de procedencia canaria. La sostenibilidad se extiende a la gestión de residuos, la recogida de agua de lluvia, la vajilla y mobiliario reciclado y la ausencia de envases plásticos, situando a Casa Romántica como un referente en prácticas responsables. El chef Aridani Alonsoi mprime su personalidad en cada plato. Formado en la isla y con experiencia en reconocidos restaurantes y junto a chefs de prestigio, Aridani lidera una cocina de vanguardia que respeta el patrimonio gastronómico insular. Por su parte, Víctor Lugo, con trayectoria en la gestión agrícola, enológica y turística, es el motor del proyecto y responsable del prestigio de la finca La Laja y la bodega Los Berrazales, además de crear el Centro de Interpretación del Producto de Gran Canaria, anexo al restaurante. Victor Lugo La experiencia en Casa Romántica trasciende lo gastronómico: la visita se convierte en un recorrido cultural y sensorial por las raíces y el presente de la isla, reforzado con propuestas como la tienda de productos selección gourmet y el programa de formación y divulgación dirigido tanto a su plantilla como a visitantes, afianzando su lugar como epicentro de sostenibilidad, creatividad y divulgación en la isla de Gran Canaria. La ‘Casa Madre’ de Casa Romántica se distingue principalmente por su oferta gastronómica de altos vuelos basada en menús degustación, en contraposición al formato más informal y personalizable de Los Jardines de Casa Romántica. En la casona principal, que es el salón noble del complejo, el chef Aridani Alonso despliega una cocina creativa y de autor con menús degustación —incluyendo opción vegetariana—, donde los comensales se embarcan en un recorrido culinario estructurado, pleno de matices y técnicas contemporáneas, pero siempre fiel a las raíces y productos canarios. Cada pase de los menús suele ser una muestra de ingredientes de temporada provenientes de sus fincas propias, fusionando tradición y vanguardia, y llevando a la mesa una experiencia sensorial más completa, íntima y de alta cocina, reconocida con un Sol Repsol y la recomendación de la Guía Michelin. Camarones de Agaete En cambio, Los Jardines de Casa Romántica ofrece una propuesta más asequible y flexible: un menú-carta a 40 euros en el que el cliente elige entre cuatro entrantes, cuatro principales y cuatro postres, incluyendo algunas de las recetas más emblemáticas de la casa junto a nuevas creaciones. El ambiente es relajado y permite acercarse al universo de Casa Romántica sin la solemnidad ni la duración de un menú degustación, adaptándose a todos los públicos. Ambas fórmulas comparten el compromiso con el producto local, la sostenibilidad y la excelencia, pero la casa madre es el epicentro de la propuesta más ambiciosa y gastronómica, mientras Los Jardines actúa como su puerta de entrada accesible y flexible. Por si esto fuera poco, hace unas semanas se reinauguró en el Centro de Interpretación del Producto de Gran Canaria anexo a su restaurante, su exclusiva tienda de grandes productos de la isla, seleccionados personalmente por él mismo y por el chef, Aridani Alonso. Contando con la visita oficial de la consejera de Industria del Cabildo de Gran Canaria, Minerva Alonso, la nueva tienda cuenta con la alianza de ‘Gran Canaria Me Gusta’, sello encargado de guiar la promoción y comercialización del producto agroalimentario local del Cabildo de Gran Canaria. La tienda completa el recorrido que los visitantes de Casa Romántica pueden realizar a través de los 21 municipios de la isla en el edificio anexo, explicados a través de cuidadísimos dioramas y bodegones que expresan las diferentes riquezas artesanas y gastronómicas de toda la isla, una propuesta lúdica singular para comprender las esencias, los sabores y la idiosincrasia de Gran Canaria y una iniciativa única en Islas Canarias. Inauguración de la tienda Productos de la tienda. En cada una de las salas, y por supuesto en la tienda, el visitante puede conocer y adquirir la amplia gama de productos artesanos gourmet (y únicos) que ofrece la isla: sidras, quesos, vinos, dulces, café (de la propia finca de Víctor Lugo, La Laja), miel, mermeladas, artesanía, sales, aceites de oliva, licores (incluidos los propios de Casa Romántica, elaborados por el sumiller, Carlos Peña), rones, frutas y verduras frescas de las fincas. Para

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Berro Bistrot, la evolución sin techo de una cocina vegetariana única en Canarias

Hoy vamos a poner el foco en Berro Bistrot, porque en unos momentos donde tener marcada una personalidad tan propia en la cocina no es fácil, Francesca y Marco se han propuesto romper con todas las barreras imaginadas. Berro Bistrot se ha posicionado como un referente indiscutible dentro de la escena vegetariana en Canarias, desafiando con creatividad y excelencia los retos de atraer y fidelizar a un público exigente en una región históricamente ligada a la cocina tradicional y a los productos del mar. En momentos donde ser un restaurante vegetariano implica sortear el escepticismo local y la presión de mantener una propuesta genuina en un entorno competitivo, este bistrot no solo ha sobrevivido, sino que ha crecido mes tras mes hasta convertirse, hoy, en el punto de referencia para cualquier amante de la cocina vegetal en las islas. Rosa de Remolacha Lo que verdaderamente distingue a Berro Bistrot es su tratamiento magistral de los vegetales y las verduras. Cada plato revela un profundo respeto por el producto fresco y local, donde la verdura se convierte en protagonista absoluta, nunca mero acompañante. Francesca, la chef y alma creativa del proyecto, domina técnicas que realzan sabores, texturas y colores en recetas que sorprenden incluso a quienes suelen esquivar la cocina vegetariana. Desde su imprescindible flor de remolacha con pisto de berros, plato emblema de la casa, pasando por carpaccios vegetales con fermentados caseros, hasta platos calientes que reinterpretan clásicos internacionales en versión cien por cien vegetal, el menú es una lección de cómo la cocina basada en plantas puede ser sofisticada, emocionante y profundamente satisfactoria. En mi última visita me puse en mano de Francesca, no quise ni mirar la carta y fue ella la que me llevó por un viaje donde los sabores y la potencia brillaban en cada plato. Inolvidable y excelsa su versión de la Caprese con unos tomates, queso fresco de cabra y un falso mojo de albahaca. Caprese Muy afinada su versión del ceviche con setas en lugar de pescado y una leche de tigre jugando con algas marinas que terminas bebiendo a cucharadas.  Para terminar, una lasagna de setas y trufas coronada con queso curado de Gran Canaria que maridaba de cine con un Vino Due Lú Nizza tan sorprendente como apabullante.  Ceviche de Setas Lasagna  En la parte dulce se aprecia el crecimiento y autoconvencimiento de Francesca en llevar sus postres al nivel de los salados. El trío que conforman el Mousse de Gofio, el Brownie con Crema de Cacahuetes y sobre todo, la Tarta de Aguacate, un final por todo lo alto y sin fuegos artificiales ni azúcares añadidos de por medio. Postres con ingredientes claros, sabrosos y reconocibles. Sobresaliente. Trío de Postres La experiencia gastronómica en Berro Bistrot va más allá de la carta. El hecho de que el restaurante esté gestionado por el matrimonio que forman  Francesca Hunt en cocina y Marco Nardini en sala se percibe en cada detalle del servicio. Marco aporta ese calor humano y cercanía que transforma cada comida en una visita a casa de amigos, donde la atención nunca es invasiva pero siempre es precisa y amable. El ambiente es íntimo, elegante pero desenfadado, perfecto para degustar vinos naturales canarios, italianos con mucha personalidad y descubrir las historias detrás de cada ingrediente. El progreso de Berro Bistrot es evidente: en poco tiempo han logrado captar no solo a la comunidad vegetariana y vegana, sino también a curiosos y gourmets dispuestos a dejarse sorprender. Su constante renovación del menú, la participación en eventos gastronómicos y la firme apuesta por productores locales han elevado su reputación hasta el punto de que muchos consideran que es, hoy por hoy, el mejor restaurante vegetariano de Canarias. Berro Bistrot representa la evolución natural de la cocina vegetal en Canarias, donde el trato extraordinario de los vegetales y el compromiso con una visión honesta y cuidada lo han convertido en un destino gastronómico imprescindible. Una auténtica joya para quienes buscan platos creativos y bien ejecutados, y un ejemplo de cómo la pasión familiar puede transformar el panorama culinario local.  Marco y Francesca En unos días donde el Restaurante Eleven Madison Park de Nueva York, con 3 Estrellas Michelin, anuncia que incorporará de nuevo las carnes y pescados a su propuesta, es de aplaudir, cuidar y apoyar propuestas como la de El Invernadero en Madrid (mejor restaurante vegetariano del mundo) o Berro Bistrot en Las Palmas de Gran Canaria, me reitero y reafirmo que para mí, el mejor restaurante vegetariano no sólo de Gran Canaria, sino de toda Canarias.  Y si no me creen, dejen sus prejuicios fuera y atrévanse a probar su cocina, ¡No se arrepentirán!. Su Instagram es @berro_bistrot y desde ahí podrán conocer su ubicación (Las Canteras), horarios y reservas. Vinos de Italia Berro Bistrot Si les apetece pueden seguirnos en Instagram, TikTok, X (Twitter), BlueSky y Canal de WhatsApp bajo el nick de @javiers_gastro.

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San Sebastián 57, el diálogo perfecto a través de la cocina entre Canarias y Cantabria

La constante evolución de Alberto González Margallo en la cocina sitúa a este pequeño rincón de la capital tinerfeña en un oasis gastronómico por sí mismo, alejado de tanta experiencia japonesa sin alma y repetitiva que inunda gastronómicamente hablando el centro de la ciudad chicharrera. Hoy nos desplazamos al  corazón de Santa Cruz de Tenerife, a pocos pasos del Mercado de Nuestra Señora de África y bajando el Estadio Heliodoro Rodríguez López por la calle que da nombre al lugar al que nos referimos,  el Restaurante San Sebastián 57. Este restaurantes se erige por méritos propios como uno de los templos imprescindibles para los amantes de la buena mesa en toda Canarias. Bajo la mirada y el alma del chef cántabro de nacimiento y canario de adopción,  Alberto González Margallo, este restaurante ha sabido consolidar una propuesta única que fusiona con maestría la tradición cántabra y la esencia canaria, en un ejercicio de honestidad culinaria y respeto absoluto por el producto y la fusión de raíces, algo que Margallo lleva grabado a fuego en su ADN.  Alberto González Margallo. El local donde se ubica el Restaurante San Sebastián 57 es como una extensión de su chef, elegante y cercano a la vez, invita a sentirse cómodo, acompañado por una de las mejores bodegas de Canarias, gracias a su conexión con la vinoteca “El Gusto por el Vino”, que garantiza una carta de vinos inabarcable y cuidadosamente seleccionada. Alberto González Margallo, nacido en Cantabria y afincado en Tenerife desde 2010, ha hecho de la fusión entre sus raíces del norte y su amor por las islas su sello personal. Su cocina es, ante todo, una declaración de intenciones: respeto por la temporalidad, el producto local y la memoria gustativa, sin renunciar a la creatividad y la técnica. Margallo no busca fuegos artificiales, sino platos honestos, bien ejecutados y con alma, donde la cuchara y el guiso conviven con elaboraciones más sofisticadas. La carta es un viaje entre el Atlántico y el Cantábrico. Platos, productos y elaboraciones viajan “entre aquí y allí” como si de un vuelo de BINTER se tratara, disfrutar ambas cocinas con el buen hacer de alguien que ama, respeta y conoce ambas tierras como la palma de su mano. Menú Degustación o Carta porque la cocina de Alberto está hecha y pensada para que el cliente disfrute con lo que le apetezca en cada momento. En esta visita que yo hice durante la celebración de GastroCanarias 2025 quise jugar y me puse en las manos del chef, que decidió sacarme algunos platos que yo no había probado y que navegaban entre las dos propuestas. Comenzamos por uno de sus imprescindibles, el tartar de camarón soldado local, base de remolacha y jugo de sus cabezas, que acompañado con un falso pan crujiente espolvoreado con polvo de las carcazas del propio crustáceo es una golosina por sí mismo. Un refrescante plato de pepino en diferentes texturas, similar a un gazpacho pero más elegante, servía para refrescar el paladar y acomodarte para lo que venía a continuación. A su vez, las vieiras a la plancha sobre un elegante pilpil o la carrillera de cochino negro con curry rojo de Pedro Ximenez y batata asada con mantequilla de leche de cabra fueron bocados muy top. Tartar de Camarón Soldado Pero me voy a detener en dos platos que merecen un comentario destacado tanto por su calidad gustativa como por los ingredientes que protagonizaban los mismos. El primero de ellos, el Pámpano, del que el propio Margallo resalta que “siempre hablamos de sostenibilidad y no nos damos cuenta que la misma viene en gran parte por nosotros, los chefs profesionales en los restaurantes y como debemos buscar el aprovechar el 100% de un producto. Si en el caso del Pámpano solamente aprovechamos los lomos estamos desaprovechando el resto del pescado y su forma de darle valor en el plato, cosa que hemos querido cambiar en esta elaboración”.  El plato ya lo tenía en mesa y era elegante a la vez que atrayente, para ello Margallo nos cuenta que “cocinamos los lomos a baja temperatura, mientras con las cabezas y las espinas usando un aove de aberquina de Tenerife hacemos una especie de mahonesa emulsionando hasta conseguir la textura. Terminamos el plato con la piel deshidratada al estilo chicharrón, con lo que aprovechamos el pescado al completo, de nuestras costas y rocas, no necesitamos que sea exótico ni importado para ello”. Lo que pienso del plato lo supo el servicio cuando el mismo llegó completamente limpio al terminarlo, lo rebañé con el plan hasta el último rincón del mismo. Para cerrar el menú Margallo quería que probara un Jarrete de Cordero Lechal de Tenerife, cocinado a 65º durante 48horas, sobre una reducción de su propio jugo y acompañándolo de patacón de papa negra de Tenerife y hojas crujientes. Si leerlos les abre el apetito ya les digo yo que escribirlo me dan ganas de coger un BINTER y volverme a su mesa. Pámpano, Jarrete De postre me fui a algo divertido donde Margallo juega con la marchita (maracuyá en Gran Canaria) en forma de espuma, un crumble de galletas y corazón de Amareto helado. Sabroso y fresquito a partes iguales, dándole el broche perfecto a una cena de sobresaliente. Todo ello sin olvidarnos del servicio, donde la cercanía y profesionalidad se funden buscando la confortabilidad del comensal y conocedoras como son de cada plato, sus explicaciones en mesa son perfectas por lo directas y sencillas, algo que se agradece mucho. Notable trabajo en constante crecimiento la sala de San Sebastian 57 que a día de hoy es femenina en su totalidad. Espuma de Parchita o Maracuyá San Sebastián 57 es mucho más que un restaurante de fusión: es el resultado de una trayectoria coherente y apasionada, donde Cantabria y Canarias dialogan en cada plato. La cocina de Alberto González Margallo es un homenaje a la tierra, al mar y a la memoria, con una mirada contemporánea y sin artificios. Un imprescindible en la capital

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Bar Restaurante El Gamonal, un paraíso para los amantes del “bocata de toda la vida”

En un pequeño rincón de Las Alcaravaneras, el matrimonio conformado por Miguel y Esther Rodríguez elevan la condición de bar/cafetería/restaurante con unos bocadillos de los que ya no se ven ni se saborean. El Bar El Gamonal es uno de esos rincones que acogen a centenares de clientes semana a semana, muchos de ellos ya casi familia, pero que suelen pasar muy desapercibidos para los que nos dedicamos a escribir de este saturado mundo de la gastronomia, donde brillan aperturas excéntricas y nos olvidamos de poner en valor a la gente que lleva años bregando a pie de calle. Es por eso que este Juernes de Por Fogones va dedicado al Bar Restaurante El Gamonal, pero puede ser considerado un pequeño homenaje a todos los que hacen este trabajo en barrios, calles y pueblos de toda Canarias. Bar Restaurante el Gamonal Conocí a Miguel y Esther cuando fui jurado en la Ruta de la Tapa Calles Con Arte que celebró la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria allá por el mes de marzo. Había pasado un millón de veces por delante de su bar, posiblemente me habría tomado más de uno y de dos café y una de sus pulgas de pata, pero mi snobismo o falta de vista no me había hecho fijarme en serio en ellos.  Ahí entono mi mea culpa (y el de muchos escribidores gastronómicos de toda España) que nos hemos vuelto tan elitistas que olvidamos las raíces de nuestra esencia como son los bares de toda la vida. Se nos llena la boca pidiendo Estrellas Michelin para la gente que cocine de verdad, pero después pasamos de largo por esos sitios donde sí se cocina de verdad.  En esa ruta de la tapa descubrí un matrimonio con algo especial en la mirada y en su forma de trabajar, de hecho tuvieron un reconocimiento especial por parte de nosotros, el jurado, por su manera de cuidar y tratar el recetario tradicional. Pero a partir de ahí, cuando he ido al Mercado Central a comprar en ocasiones me he metido a tomar un café o echarme un bocadillo y poco a poco he descubierto un tesoro oculto que tenemos en la ciudad. Mis ojos empezaron a abrirse en serio con algo tan sencillo como su bocadillo de pata, “no llega nunca al mediodía, en formato pulga o normal, es un fijo de la casa”, me contaba Miguel.  Mientras estaba tomándome el bocata de pata llegó otro cliente y le pedió un “pepito de ternera” y ahí se me erizaron los pelos, hacía años que no escuchaba pedir un pepito y menos que un local lo tuviera. Cuando le pregunté a Miguel me dijo que era otro de esos bocadillos que llevan haciendo años y que no pueden ni quieren quitar de la carta. Quedé con él en que pronto iría a probarlo, cosa que hice a la mañana siguiente. Y créanme cuando les cuento que el día que probé el pepito de ternera con su majado de perejil y el queso fundido casi me echo a llorar. Me recordó a esos bocatas que de joven sí podíamos encontrar en cualquier bar de Guanarteme y que hoy han sido sustituido por modernidades alejadas de cualquier atisbo de alma y por supuesto, menos sabor y calidad que este.  Esther me decía que “hago el majado de ajo y perejil todas las mañanas, el entrecot lo corto yo a diario según me lo traen del Mercado Central y lo hago como si fueran para mí, no concibo otra manera de cocinar que desde el cariño y respeto a mis clientes”. Yo les digo que desde ya es un bocata que repetiré sin descanso al menos una vez al mes porque ese perfecto corte de la carne y la calidad de la misma dejan en paños menores a miles de hamburguesas malas que surgen en cada esquina. Pero hablando con Miguel y Esther mi sorpresa y ganas de seguir conociendo bocatas aumentaban, “todos los viernes hacemos un bocata de albóndigas que gusta mucho, los jueves uno de carne mechada que es otro de los imprescindibles de la gente y también hago el bocata de croquetas del día”. Con esos datos estaba claro que tenía que seguir yendo. Y así fue, el siguiente viernes acudí a probar el de albóndigas, que también venden por tapas y raciones pero que en bocadillos es un auténtico deleite. Con su salsita de tomate y el queso es de esos bocados que te hacen cerrar los ojos de felicidad, “compramos unos 5kg de carne cada viernes y solo en bocadillos son más de 50 antes del mediodía. Quien lo sabe ya viene todos los viernes desde las 7 de la mañana a por su bocata de albondigas”.  ¡Y no me extraña!, es una absoluta locura de bocadillo. Al igual que en el de Entrecot se nota la mano de la Canicería Lorenzo Santana, que desde el Mercado Central les suministra las carnes que usan en esta santa casa. Y los panes, de La Madera, pan de verdad, más de 200 grandes y unas 100 pulgas que se venden diariamente solamente en bocadillos de todo tipo. “El pan siempre es de La Madera, panes de verdad con gente de aquí, no congelados ni similares”, como bien se encarga de recalcar Miguel y Esther. No me iba a ir sin probar el bocata de croquetas que recuerdo comía en el Bar Ñoño de antes, el de toda la vida, cuando terminaba de jugar el futbol o coger olas en La Cicer. El de Esther es espectacular por lo ricas y sabrosas que son sus croquetas de pollo, ahora me falta probar el de croquetas con gambas al ajillo que hace algunos viernes.  Como toque final no solo de carnes viven los bocatas del Gamonal, el de pámpano a la plancha con su limon es suave y sabroso a la vez, “compramos y preparamos el pescado a diario para que no se llene

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La nueva propuesta del Nami Sushi Bar en el Perchel Beach Club, un acierto rotundo.

La nueva propuesta que fusiona la cocina japonesa y nikkei en el Perchel Beach Club, una razón de peso para disfrutar un día en el que es para muchos el mejor Beach Club Gastronómico de toda Canarias. El Nami Sushi Bar, ubicado en el excelente Perchel Beach Club, se presenta como una de las propuestas más atractivas y sofisticadas del panorama gastronómico del sur de Gran Canaria. Su carta, elegante y sin artificios, está cuidadosamente diseñada tanto para los amantes de la cocina japonesa tradicional como para quienes buscan sabores frescos, ligeros y con guiños nikkei, todo ello en un entorno privilegiado frente al mar. Piña Colada frente al mar Lo que más destaca de Nami Sushi Bar es su capacidad para ofrecer una experiencia culinaria sabrosa y refinada, sin caer en excesos ni complicaciones innecesarias. Cada plato está pensado para resaltar la calidad de los ingredientes y la pureza de los sabores, permitiendo que el producto sea el verdadero protagonista. La presencia de opciones veganas y propuestas de autor, como el tofu katsu o el nami nori de tofu, demuestra una sensibilidad hacia las nuevas tendencias y preferencias del público actual. Entre los platos que degustamos estaba el karaage yakiniku (pollo frito con salsa barbacoa) o el Emi Furai, espectacular langostino rebozado en panko con mayonesa de yuzu. Ambos entrantes nos sorprendieron por su sabor, presentación y contundencia. Aquí los platos vienen ideales para compartir, grandes y con cuerpo. Gyozas Continuamos con las Gyozas de las que probamos dos versiones de las tres disponibles (vegetales y langostinos) acompañadas de salsas caseras, seguían siendo perfectas para compartir. En los nigiri nos decantamos por los flambeados donde sobresalía un imponente Nigiri de Wagyu Kagoshima A5 al que la llama previa y el ahumado después le daban el toque justo para que su grasa se convirtiera en pura mantequilla. Podría pasarme el día entero a bases de este bocado, ¡ESPECTACULAR!.  A su vera muy sabroso los de Maguro (atún con mayonesa de sésamo), el Sake Teriyaki (Salmón con salsa teriyaki) o el Omaru Emi (Cigala con mayonesa de yuzu).  Secuencia de Nigiri Divertidos y originales los Nami Nori Tako, versión de la casa de un taco mitad mexicano mitad oriental donde la tortilla de trigo se sustituye por una hoja de alga y me gustaron mucho los de pulpo o el de cangrejo de concha blanda. En los Uramaki, soberbio el Ebi Panko donde el langostino crujiente se funde con precisión junto al aguacate y el tobiko. No me convenció tanto el Roll denominado Rainbow porque no comparto esa cobertura a base de tres cortes de pescado como fueron la lubina, el salmón y el atún. Creo que menos es más y en la cocina japonesa cada pescado tiene su espacio.  En los postres probamos una muy correcta tarta de queso cremosa con yuzu, todo hay que decirlo. Eso sí, Nami Sushi Bar es una apuesta segura para quienes buscan calidad, autenticidad y creatividad en un entorno inigualable. Ebi Panko  La nueva propuesta de Nami Sushi Bar se suma a la consolidación de La Arrocería, considerada ya una de las tres mejores de la isla, y a la transformación nocturna del espacio en el Restaurante El Refectorio de Agata. A esto se añade la original oferta de bocadillos del Oxean Club, completando un concepto gastronómico único en Canarias. Todo ello, unido a unas instalaciones de primer nivel, posiciona al Perchel Beach Club como el epicentro culinario más completo y atractivo del archipiélago. El entorno del Perchel Beach Club eleva la experiencia gastronómica con sus vistas al océano, instalaciones modernas y un ambiente relajado, ideal tanto para comidas en familia como para encuentros entre amigos. La puesta de sol desde el club es, sin duda, uno de los grandes atractivos, convirtiendo cada visita en un momento memorable. Un planazo para los que vayan el sábado a la Romería de Arguineguin y quieran descansar el domingo de tanto tenderete, ahí lo dejo. Momo, Eugenio, Benito y un servidor. Y con este artículo nos despedimos hasta el mes que viene. Espero que disfruten si cogen unos días de asueto, muchas gracias por seguirnos con tanto cariño en toda esta temporada.  Si les apetece pueden seguirnos en Instagram, TikTok, X (Twitter), BlueSky y Canal de WhatsApp bajo el nick de @javiers_gastro.

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El Menú Verano en El Invernadero, una experiencia vegetal sin precedentes.

Lo que Rodrigo de la Calle ha creado y Diana Díaz como jefa de cocina, ejecutando, no hace más que crecer de una manera exponencial y se ha convertido por méritos propios en el gran restaurante de vegetales del mundo. El Invernadero, bajo la lupa del trabajo, talento y pasión del chef Rodrigo de la Calle y su jefa de cocina, Diana Díaz, reafirma su posición como el Mejor Restaurante de Vegetales del Mundo. En esta ocasión, el Menú Verano representa un salto cualitativo, llevando los productos más humildes de la huerta a un nivel de sofisticación y creatividad que sorprende incluso a los comensales más experimentados. La propuesta estival es un auténtico viaje por terrenos inexplorados. Cada pase del menú —desde el nabo encurtido hasta la rosquilla de algarroba— demuestra una técnica depurada y un respeto absoluto por el producto. La capacidad del equipo para transformar ingredientes sencillos en bocados memorables es, sencillamente, excepcional. Rodrigo de la Calle y Diana Díaz elevan los ingredientes más humildes de la huerta a la alta cocina a través de una combinación de técnicas avanzadas, creatividad y un profundo respeto por la estacionalidad. Su enfoque en la selección de productos en su mejor momento, en su punto óptimo de maduración, lo que garantiza sabor y texturas excepcionales. Si a ello le sumamos la aplicación de técnicas ancestrales y modernas como son las fermentaciones, escabeches, encurtidos y cocciones precisas, nos encontramos con unos resultados que permiten extraer y potenciar los matices de cada ingrediente. Y todo ello culmina con la búsqueda del punto de cocción perfecto, cada ingrediente es tratado con mimo para lograr texturas sorprendentes y sabores intensos, demostrando que lo vegetal puede ser tan complejo y satisfactorio como cualquier proteína animal. En El Invernadero se transforman ingredientes humildes —como el nabo, el pepino, la remolacha o la acelga— en platos de alta cocina gracias a una combinación de técnica depurada, creatividad y profundo conocimiento del producto. Ponerme a describir los ingredientes y platos de este menú verano sería inabarcable, además de estropearles la experiencia de que lo descubran por ustedes mismos. Como las buenas películas, les podré contar el argumento pero no todo el desarrollo. Entre sus clásicos e inamovibles como son el Tartar de Remolacha o el Pan de Tomate aparecen nuevas creaciones que días después de haberlos probado aún retumban en mi memoria gustativa como son la Pannacotta de Melón y Albaricoque o el Pepino Braseado, este último de una profundidad y textura carnosa que combinado con la brasa te hacía flotar por méritos propios. Lo de la cebolla cocinada en barro en el menú de verano es harina de otro costal, aún me ando preguntando como demonios puede sacar el mismo producto, con la misma técnica y a la vez con tantos matices diferentes entre el verano y el invierno. Eso sí, ambos insuperables. Descubrir un plato como el gazpachuelo de plancton es un guiño al océano con profundidad y elegancia. Mientras tantos la alcachofa al curry verde representa lo mejor de la fusión de culturas y sabores perfectamente equilibrados o su arroz, su imprescindible arroz, de grano Molino Roca, elaborado a la vista del cliente y en esta ocasión un meloso de ajos tiernos que reconforta mientras te seduce a cada bocado. En la parte dulce el menú no camina para atrás ni para coger impulso, la cereza y el shisho te cautivan mientras que la rosquilla de algarroba directamente te atrapa. Tras casi una decena de visitas, mayoritariamente en invierno, puedo afirmar que la propuesta veraniega supera todas las expectativas. Si bien en la temporada de invierno y frío la trufa negra y otros tesoros del campo brillan, el menú de verano logra un nivel de creatividad y sabor insuperable. De residir en Madrid, visitaría El Invernadero al menos una vez por estación para disfrutar de la evolución de su cocina vegetal. Especial mención merece el maridaje, auténtico sello de identidad de la casa. Más allá de los excelentes vinos disponibles, la selección de bebidas fermentadas —hidromiel, kéfir, kombucha, sake, tinto de remolacha y manzana, el vino dulce de pera, el tepache de hibiscus o la sidra de pera— son un paso más en la revolución gastronómica vegetal. La exclusividad de estas bebidas, que sólo pueden degustarse aquí, convierte la experiencia en algo irrepetible. Prefiero, sin dudarlo, esta propuesta líquida a la mejor botella de vino del mundo. Es un maridaje que complementa y realza cada plato, y sólo puede disfrutarse en El Invernadero. Es un privilegio contar con un restaurante de este nivel en Madrid. Resulta incomprensible que no esté lleno a diario, con lista de espera de lunes a domingo. El Invernadero es mucho más que un restaurante: es un templo de la creatividad vegetal y una experiencia imprescindible para cualquier amante de la gastronomía. El Menú Verano de El Invernadero demuestra que, con conocimiento, técnica y pasión, los productos más humildes pueden alcanzar la excelencia gastronómica, sorprendiendo incluso a los paladares más exigentes y redefiniendo el concepto de alta cocina vegetal, ya no en Madrid, sino referente en el mundo entero.  ¡Ah! y no se olviden de llevarse el LIBRAZO sobre los Escabeches que acaban de sacar a la vez Rodrigo de la Calle y Diana Díaz, yo ya lo tengo en casa y he empezado a hacer mis pinitos. Si les apetece pueden seguirnos en Instagram, TikTok, X (Twitter), BlueSky y Canal de WhatsApp bajo el nick de @javiers_gastro.

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Restaurante Coque y su Menú Madrid, un viaje por la historia y los sabores de la gastronomía madrileña.

Los Hermanos Sandoval se han propuesto revolucionar el concepto de Coque Madrid dando un salto adelante en un menú que homenajea con respeto, conocimiento y talento más de varios siglos en la gastronomía de la capital de España. El Restaurante Coque, galardonado con dos estrellas Michelin, se consolida como uno de los templos culinarios de la capital bajo la dirección de los hermanos Sandoval. Su menú “Madrid” es mucho más que una sucesión de platos: es un recorrido documentado y sensorial por la historia de la gastronomía madrileña, desde el siglo XV hasta el XXI, reinterpretando recetas, productos y costumbres que han forjado la identidad culinaria de la ciudad. La experiencia en Coque es coreografiada desde el primer momento, y en esto no cambia un ápice sino que crece cada vez más, con un tránsito por diferentes espacios del restaurante —coctelería, bodega, cocina y sala— que prepara al comensal para sumergirse en un relato gastronómico donde cada plato es un capítulo de la historia de Madrid.  Desde el bar, donde ese cocktail con toque canario te prepara para la experiencia, toda la secuencia de snacks y vinos que bebes en ese espacio que envuelve la esencia del jamón, la elegancia del bourbon, el alma del vino y la sacristía de Jerez, todo el mundo exterior queda a un lado. Simplemente te preparan para lo que viene a continuación que no puede tener mejor broche que ese bocado en cocina donde tuvimos la suerte de tomar uno de los últimos guisantes de la temporada, de su propia finca, El Jaral de la Mira, y que simplemente puedo calificar de majestuoso. Esa vaina crujiente con guisante lágrima y puré de guisante encebollado quedará en mi memoria como uno de los mejores bocados del año. El menú Madrid es un homenaje a la diversidad y riqueza de la cocina madrileña, integrando influencias sefardíes, castellanas, manchegas y cortesanas, y reinterpretando recetas populares y de corte con productos de proximidad, muchos de ellos provenientes de la finca familiar El Jaral de la Mira como ya se empieza a adivinar desde el principio.  El menú «Madrid» del Restaurante Coque es una propuesta única que recorre la evolución de la gastronomía madrileña desde el siglo XV hasta la actualidad. Cada plato está cuidadosamente diseñado para evocar épocas, productos y técnicas que han marcado la identidad culinaria de la ciudad y su entorno. Y ese mimo comienza con la vajilla donde la belleza estética que siempre cuidan en esta casa hasta el más mínimo detalle se funde con piezas únicas e históricas que han recuperado de casas antiquarias e incluso escarbando por el Rastro de Madrid en búsqueda de esas bandejas y ollas de plata centenarias que retoman una nueva vida en esta casa. Me he replanteado como plantear esta crítica gastronómica y creo que si el menú Madrid de Coque se ha preocupado por estudiar la historia, no debemos ser menos y he intentado hacer un ejercicio de análisis sobre años, historias y tradiciones de algunos de los platos más destacados. Perdónenme si en algún caso pueda haber cometido alguna errata o similar, pero he intentado acercarme lo más posible a los datos encontrados. Siglo XV: Influencias Sefardíes y Tradición Popular Siglos XVI-XVIII: Cocina de Corte y Tradición Castellana Siglo XIX: Tradición y Modernidad Siglo XX: Innovación y Producto Local FOTO COCHINILLO Siglo XXI: Vanguardia y Memoria En la parte dulce las Fresitas de Aranjuez escabechadas y flambeadas en sala con Ron Arehucas Carta Oro y helado de Champagne es un bocado inolvidable donde mostrar como conservar y usar las frutas realzando todo sus matices.  Su versión del arroz con leche es como un viaje al sabor de toda la vida con una técnica que te deja sin aliento precede al homenaje final en forma de crema de chocolate de la fábrica de San Lorenzo de El Escorial. Al igual que en los salados, los bocados dulces también viajan con historia. Fresas Pero este Menú Madrid de Coque tiene un as en la manga guardada para esas personas que a día de hoy no comen carne por decisión propia o simplemente les gusta disfrutar de un menú vegetariano. Y esa carta se juega a lo grande con un Menú Madrid Vegetariano que respeta los mismos pasos y tiempos que el omnívoro pero dando un paso adelante en riesgo del que Mario Sandoval sale más que airoso. En cada pase vegetariano se mantienen muchas de las esencias de sabores que marca el original pero adaptando esos productos a las verduras principalmente obtenidas de su finca o de productores todos de la comunidad madrileña. Mario Sandoval ha querido respetar y honrar a la huerta de Madrid otorgándole un protagonismo nunca visto antes a través de creaciones donde la tradición y la creatividad van de la mano para poner en valor ingredientes tan nobles como la calabaza, la patata, el puerro, la remolacha, la zanahoria o la remolacha.  Podría ponerme a desgranar cada uno de los platos de menú vegetariano que también tuvimos el placer de degustar en la mesa pero les aseguro que sería como estropearles el final de una película que les sorprendería. Lo que sí me atrevo a recomendarles es que si van en pareja o en grupo, pregunten antes y anímense a jugar con ambos menú para que puedan llevarse las mismas sensaciones de quien les escribe, el aplauso absoluto y rotundo para un menú excepcional de principio a fin. El menú Madrid de Coque es una narración culinaria que permite al comensal recorrer la historia de la ciudad a través de sus sabores más representativos. Desde la cocina sefardí y la caza real hasta la innovación del siglo XXI, cada plato es una ventana a una época, una técnica o un producto que ha dejado huella en la mesa madrileña. La propuesta de los Sandoval es, así, un homenaje vivo a la memoria, la diversidad y la evolución de la gastronomía de Madrid. Coque ofrece una experiencia inmersiva y emocionante, donde la historia de

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Alquimia Lab, Valladolid — Cuando la técnica eclipsa el alma y la sala naufraga, no hay Estrella Michelin que lo valga

Esta crítica es la desconcertante experiencia vivida en el Restaurante Alquimia Lab en Valladolid, quizás una de mis peores experiencias en cualquier tipo de bar, cafetería o restaurante en años. En un reciente viaje por temas personales a Valladolid elegimos visitar Alquimia Lab, restaurante vallisoletano con una Estrella Michelin y sin más expectativas que las de cenar bien entre un pequeño grupo de amigos de 4 personas en total.  Alquimia Lab El local, dirigido por el chef Alvar Hinojal, presume de ser un laboratorio de alta cocina molecular, donde la creatividad y la técnica deberían estar al servicio del producto y la experiencia global.  Sin embargo, mi reciente cena en su espacio más ambicioso me dejó un regusto amargo, marcado por una alarmante irregularidad en los platos y, sobre todo, por un servicio de sala impropio de un establecimiento galardonado con una Estrella Michelin que no estuvo a la altura ni en el recibimiento al llegar ni en todo el transcurso de la cena en el trato al comensal. Cierto es que la cocina a la vista no engaña, ya que presidiendo la misma se encuentra una exposición de 25 productos de Sosa, algo que ya anticipaba que “mucha” técnica se construye ahí. La propuesta gastronómica, articulada en menús degustación con nombres tan químicos como “Noradrenalina”, “Serotonina” o “Dopamina”, promete un viaje sensorial y vanguardista. Sin embargo, la realidad dista mucho de esa promesa. En demasiadas ocasiones, la técnica —a menudo efectista y desbordante de artificio— acaba por ocultar el verdadero sabor y textura del producto. Espumas, geles y trampantojos se suceden en una concatenación de bocados inspirados, si no copiados, de restaurantes con mayor trayectoria como podrían ser la aceituna esferificada, el tartar de remolacha o el bloody mary crujiente. Cuando uno de esos bocados de bienvenidas quiere ser original como la pizza frita, nos encontramos con un mazacote incomible.  Snacks En lo que coinciden todos los platos del menú, los que están bien y mal ejecutados, es que rara vez logran emocionar; el paladar busca el alma del ingrediente y sólo encuentra el eco de un laboratorio que parece más preocupado por impresionar que por convencer. Entre estos podría destacar el jurel con anacardo y manzana, el calamar con guisante, el huevo y carabinero o las setas de temporadas con yema y panceta. Estos cuatro platos son el ejemplo perfecto de como destrozar un gran producto de cada plato “en favor” de usar la técnica mal conceptualizada, cuando la cocina debería preocuparse y basarse en todo lo contrario. Calamar y Guisante Carabinero y Huevo Setas y Yema Algunos platos, los menos, sí logran salvarse: cuando la cocina se atreve a dejar respirar al producto, respetarlo y cuidarlo sin añadirle ingredientes Sosa o técnicas vacuas, la experiencia mejora y asoma el potencial que justifica, en teoría, la distinción Michelin que raramente posee. Entre ellos podríamos mencionar la merluza con jamón y alcachofa, el capón de Matapozuelos con puerro y trufa o el lechazo con ensalada de la zona. Capón En los postres el desbarajuste no es que continúe, es que se supera porque se continúa añadiendo técnica y artificio en un producto que en boca resulta soso y desaparecido por completo. Ni el de zanahoria, coco y naranja, ni el de pistacho, yuzu y albahaca pasan de ser un examen de técnica donde desaparece por completo los sabores y matices de cada ingrediente. Zanahoria, Coco y Naranja El mayor despropósito, sin embargo, se vive en la sala. El servicio resulta desconcertante, desorganizado y carente de la atención al detalle que exige un restaurante de este nivel. La falta de empatía, la escasa coordinación y el desconocimiento de los productos que marcan en la mesa arruinan cualquier atisbo de disfrute pausado. En lugar de acompañar y elevar la experiencia, la sala se convierte en un obstáculo constante, generando incomodidad y desconcierto entre los comensales. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan incómodo con un servicio de sala, eso que siempre transmite Josep Pitu Roca sobre “transportar felicidad” en esta casa brilla por su ausencia desde que uno cruza la puerta. Todo comenzó mal desde que cruzamos la puerta del restaurante ya abierto, 20:45, y nos llamaron la atención, casi abroncándonos, que la mesa era a las 21:00 y que no teníamos que haber llegado antes. Eso les juro que no lo he vivido en mi vida ni en un restaurante Michelin ni en un bar de pueblo, y más cuando en esta casa tienen dos conceptos, uno de alta cocina y otro de tasca que ya estaba abierto y casi todas las mesas sin ocupar o barra vacía, donde nos podrían haber ubicado y ofrecer un aperitivo antes de pasar pero no dejarte de pie en medio de un pasillo y mirarte con desaire. La única excepción digna de mención es la sumiller, Patricia Comendez, cuya profesionalidad y conocimiento sí están a la altura de las expectativas y brilla con luz propia. Su selección de vinos y su capacidad para maridar cada pase con acierto son, sin duda, lo único que logra mantener el listón y aportar algo de luz a una velada por lo demás decepcionante. Ademas fue la única persona que se interesó por conocer nuestra opinión cuando observó que la experiencia no estaba yendo como se debería. Solamente por ella la mesa entera estábamos de acuerdo que el restaurante merecía otra oportunidad. Es el perfecto ejemplo de como alguien en sala es capaz de sobreponerse a un servicio desastroso y aportar toda su profesionalidad a pesar de no tener un equipo que juegue su misma línea, ni en la bienvenida ni en sala. Resulta incomprensible que un restaurante con Estrella Michelin, que debería ser ejemplo de excelencia y coherencia, exhiba semejantes carencias. La experiencia vivida en Alquimia Lab no es defendible desde ningún punto de vista: ni la cocina, lastrada por la técnica vacía, ni la sala, desastrosa, justifican la visita. Sólo la labor de su sumiller merece ser reconocida. Una estrella que, hoy por hoy, brilla muy

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El Culler de Pau, el alma y sensibilidad de Galicia llevado a la alta cocina

Hoy les invitamos a viajar a Galicia, el polo opuesto de nuestra tierra canaria, con el objetivo de conocer y sentir a Galicia en la mesa a través de la alta cocina de Javier Olleros en El Culler de Pau Le tenía muchas ganas a la cocina de Javi Olleros y su Culler de Pau y las razones eran múltiples y variadas. Comenzando porque cada vez que ha cocinado en Gran Canaria con Borja Marrero en Muxgo o en Poemas by Hermanos Padrón con todo el equipo de aquí, algo se me ha removido en el interior. Además, conocer personalmente a Javi y no quedarte prendado de su humildad, buen humor y personalidad es imposible. Todo ello, unido a un viaje personal que tenía que hacer a Galicia confluyeron para que esa visita pendiente por fin tuviera su punto álgido. Y ya les digo que a pesar de las tremendas expectativas previas, algo que juega muy en contra muchas veces, creo que El Culler de Pau es un lugar para que visite cualquier amante de la gastronomía al menos una vez en la vida.  Javi Olleros Enclavado en Reboredo (O Grove, Pontevedra), se presenta como un auténtico mirador al Atlántico y a la vez, a la Galicia más verde. El restaurante, dirigido por Javi Olleros en cocina y Amaranta Rodríguez en sala, aprovecha un entorno privilegiado entre bancales cultivados, un invernadero propio y al fondo, la Ría de Arousa como telón de fondo, el espacio invita a una experiencia sensorial completa, donde el paisaje se traslada directamente al plato y uno siente en primera persona como si formara parte de esa Galicia profunda, que va mucho más allá de las palabras y se funde entre mar y montaña con la misma contundencia que otorga las fuerzas de la naturaleza. La cocina de Culler de Pau es una declaración de amor a Galicia. Olleros apuesta por una gastronomía de proximidad, honesta y comprometida con el entorno. La estacionalidad y el producto local marcan el ritmo de los menús degustación, donde el mundo vegetal adquiere un protagonismo inusual en la alta cocina gallega. La técnica está siempre al servicio del sabor, buscando la pureza y la sencillez, sin artificios innecesarios. El restaurante ostenta Dos estrellas Michelin y la Estrella Verde por sostenibilidad. A su vez, en la Guía Repsol ostenta Tres Soles Repsol y también un Sol Sostenible Alimentos de España como dice la propia guía, “por la voluntad de desarrollarse siendo sostenibles con el medio ambiente que les rodea”. Todas ellas son distinciones que avalan su sensibilidad medioambiental, sin dejar de reconocer su excelencia gastronómica en sala y cocina.  La experiencia comienza en el propio viaje en carretera que te lleva al Culler donde descubres unos paisajes que se te clavan en la retina. Al aparcar el coche te reciben y muestran el invernadero y cultivos propios que crecen al pie del restaurante. Ahí ves trabajar a tiempo real tanto a jardineros, agricultores o al propio Javi tomándose su café de antes del servicio observando lo que va llevar a sus cocinas. Invernadero y Sala vistas a la Ría de Aurosa de Culler de Pau La oferta se estructura en tres menús degustación: Ronsel (el más corto, con platos tradicionales del Culler), Marexada (intermedio, entre origen y vanguardia) y Descuberta (como refleja su descripción, “representa el camino de Culler en la actualidad: curiosidad, descubrimiento. Una mirada atenta a nuestro entorno, donde nos dejamos sorprender por lo que nos ofrece la  tierra atlántica, por sus ritmos. Mira, escucha, huele, saborea porque es posible que todo lo que te rodea esté aquí).  Con precios que oscilan entre 170 y 220 euros, todos los menús pueden acompañarse de maridajes de vinos gallegos y de autor, seleccionados con criterio. Aquí sí vale la pena sumergirse en el maridaje, pensado y creado para hacer disfrutar y sentir en cada bocado un poco de Galicia a través de sus vinos, todos ellos de pequeños productores, alma y personalidad propia, que se adaptan a cada plato como un guante de seda. Maridaje Y ahora viene la parte más fácil y complicada de esta crítica, describir sus platos y hacerles entender que es imposible hacerlo porque hay sensaciones, sabores, olores y matices que no entienden de palabras sino de alma, talento, producto, técnica y todo lo que se imaginen que debe tener una cocina que busca sacar lo mejor de cada producto de su tierra. No se me ocurre peor falta de respeto hacia lo que significa el Culler de Pau que  ponerme a contarles lo que sería la comida plato a plato que viví yo, porque seguramente cuando ustedes vayan serán otros platos o ingredientes los que estén en temporada, y será eso lo que cocinen. Porque esa es otra de las grandezas de Javi, no cocina lo que quiere, cocina lo que la tierra y el mar le ofrece.  La secuencia de snacks de bienvenida aquí es un golpe en la mesa sobre como hacer especial algo que ya es rutinario en la gran mayoría de sitios de alta cocina. Con una sopa, elaborada por la sala en la propia mesa, de verduras asadas y tostadas, aromatizadas con las hierbas del huerto que acabamos de visitar, es toda una declaración de intenciones. A raíz de ahí tenemos el “queso del suero”, tan difícil de explicar como imposible de olvidar al igual que sucede con su Vieira de Cambados con sal de begonia y salicornia. En este momento es cuando llega uno de los platos que justifican un viaje o la visita a un restaurante, su Centollo de O’Grove. Cocinado en diferentes técnicas y texturas podría decir que es uno de los bocados que más me han impresionado en mucho tiempo, lo pongo al mismo nivel de “locura gastronómica “ que sentí cuando me comí un “txuletón” en Disfrutar BCN, el mejor restaurante del mundo a día de hoy. Vieira de Cambados Centollo  Continuamos con un recuerdo a la infancia de Olleros como son las “Papas de arrandas”,

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MAR GASTROTASCA, “no sé, piénsalo”, quizás es ese sitio que no conozcas y al que estás tardando en ir.

El proyecto que lidera y encabeza el chef Oscar Dayas se ha consolidado en silencio y sin hacer ruido como ese enclave donde uno va a disfrutar y mucho con una gastronomía llena de guiños viajeros y alma canaria. Conozco a Oscar Dayas desde hace muchos años, lo he visto triunfar en concursos de alta cocina a nivel internacional representando a Gran Canaria y también he disfrutado mucho de su cocina en diversos restaurantes donde ha ido dejando su huella en la isla. Y quizás sea por eso o porque el canario a veces valora más lo lejano que lo cercano, he tardado demasiado tiempo en acudir a ver lo que se está cocinando en sus fogones, en su proyecto propio y que pasito a pasito se ha consolidado como un imprescindible de Las Palmas de Gran Canaria. Así es MAR Gastrotasca, ubicado en La Playa de Las Canteras. Oscar Dayas Lo primero que llama la atención de MAR es que parece dos locales en uno. La terraza se puede confundir con cualquiera que te encuentras en primera línea de playa. Una vez entras y pasas por la inmensa cocina a la vista la mente empieza a calibrar posibilidades. Pero la gran sorpresa y el primer golpe en la mesa llega cuando bajas a su comedor principal, un lugar acogedor y seductor que te abraza con calidez y sientes que aquí se viene a pasarlo bien. Tuvimos la suerte que nos recibiera y atendería Kiara, la jefa de sala y una de las grandes sorpresas en positivo que me trajo mi visita a MAR. Si Pitu Roca siempre dice que “los camareros transportamos felicidad”, esta frase debería tener en la wikipedia la foto de Kiara a su lado. En un día de difícil trabajo (viernes santo) y una mesa de 11 personas como éramos con varios niños incluidos, su labor solo tiene un calificativo, ¡Espectacular!. A la hora de pedir nos pusimos en su manos y en la del jefe de cocina en este día, Oswaldo Hernández (ex-Platóniko) ya que Oscar se encontraba ausente. Y el resultado que nos propusieron de raciones a compartir para poder probar la mayor cantidad de bocados diferentes fue todo un acierto en cantidad y en calidad. Parte del Equipo de MAR Gastrotasca. Para empezar, una diferencia clara con el 90% de los locales que pululan en primera línea de playa, su pan es de primerísima calidad, tanto que es tan afamado Pan de Puño de Amaro, que desde Ingenio le sirve diariamente. Empezaron a llegar los platos con sus tomates aliñados al estilo MAR con una base de aliño tradicional al que se le añade ajoblanco de pimientos del padrón, alioli de lima, aguacate a la brasa y brotes. Aquí ya empezaba a gastarse el pan, con eso lo digo todo.  Su ensaladilla rusa de batata amarilla, huevo frito de codorniz y crunchi con los chips de vegetales, una delicia que también pide pan a gritos.  Las berenjenas crujientes tienen un toque muy especial y que las difieren de otras imprescindibles de la isla como son las de La Palmera Sur o Allende, aquí vienen en una tempura fina con queso rulo de cabra, salsa casera dulce de tomate y miel de palma. Pura golosina para todos en la mesa, niños incluidos. Continuamos por otro de sus clásicos como son las Papas Canary-Bravas y les aseguro que tienen lo mejor de ambos platos uniendo Canarias y Madrid en cada bocado.  Vamos ahora con la parte “finger food” o como diríamos aquí, “a comer con las manos y pringarnos tó”. Elegantes y muy sabrosas las Gyozas de cerdo (caseras) con puré de batata amarilla, salsa hoisin, salsa satay y camarones. Supremos los brioches de cochino canario con mayonesa de membrillo, papas paja y nube de queso curado. Pero también en la misma liga el de carrillera ibérica con tartufo, mayonesa de jengibre, anacardos caramelizados y brotes. Continuamos con las Alitas deshuesadas Gochujang, procedentes de pollo de corral crujientes por fuera y sedosas por dentro al que su glaseado gochujang, la mayonesa de jengibre y resto de ingredientes le dan toques picantes y dulces en cada bocado. De las mejores que me he comido en Gran Canaria. Y no faltó para la zona “infantil” la Burger Crispy Chicken de Oswaldo, que es lo mismo que decir el mejor pollo frito de toda Canarias en forma de hamburguesa y con batatas fritas artesanales como guarnición. Les robamos “un poquito” a las menores, con eso está todo dicho. Como cierre de lo salado dejo dos platos memorables. El primero de ellos es el Sancocho MAR que pedimos al ser viernes santo aunque aquí está disponible todo el año y fue una autentica sorpresa al logra conjugar la creatividad con un plato tan nuestro como el sancocho. Sobresaliente. Y el plato que más me voló la cabeza no solo en MAR sino en frituras propiamente dichas en la isla desde tiempos muy lejanos, su KFC. Y es ahora cuando se están preguntando, ¿KFC?, y yo les respondo que sí: “Konejo Frito Canario”, deshuesado y marinado en salmorejo, con un rebozado ultra crujiente made in Oswaldo, mojo de yogur y mojo de mango. Simple y sencillamente el mejor conejo que me he comido en muchísimo tiempo, de tal magnitud es el mismo que dos niñas de 14-15 años que no habían comido este ingrediente nunca se atrevieron a probarlo y les encantó. Poca broma, muy poca broma con este KFC de MAR.  Tras semejante subidón llegó el temido momento para mí de pedir los postres. Y aquí tengo que reconocer que fue otro de esos momentos que no olvidaré porque lo normal es que bajara el nivel, no que se mantuviera y que entre los tres no hubiera un ganador claro en votación grupal.  La torrija de MAR tiene algo muy especial y es que se puede pedir todo el año, con helado casero de pistacho que la hace ya una de mis favoritas de la isla. El Viva

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