Bar Restaurante El Gamonal, un paraíso para los amantes del “bocata de toda la vida”
En un pequeño rincón de Las Alcaravaneras, el matrimonio conformado por Miguel y Esther Rodríguez elevan la condición de bar/cafetería/restaurante con unos bocadillos de los que ya no se ven ni se saborean. El Bar El Gamonal es uno de esos rincones que acogen a centenares de clientes semana a semana, muchos de ellos ya casi familia, pero que suelen pasar muy desapercibidos para los que nos dedicamos a escribir de este saturado mundo de la gastronomia, donde brillan aperturas excéntricas y nos olvidamos de poner en valor a la gente que lleva años bregando a pie de calle. Es por eso que este Juernes de Por Fogones va dedicado al Bar Restaurante El Gamonal, pero puede ser considerado un pequeño homenaje a todos los que hacen este trabajo en barrios, calles y pueblos de toda Canarias. Bar Restaurante el Gamonal Conocí a Miguel y Esther cuando fui jurado en la Ruta de la Tapa Calles Con Arte que celebró la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria allá por el mes de marzo. Había pasado un millón de veces por delante de su bar, posiblemente me habría tomado más de uno y de dos café y una de sus pulgas de pata, pero mi snobismo o falta de vista no me había hecho fijarme en serio en ellos. Ahí entono mi mea culpa (y el de muchos escribidores gastronómicos de toda España) que nos hemos vuelto tan elitistas que olvidamos las raíces de nuestra esencia como son los bares de toda la vida. Se nos llena la boca pidiendo Estrellas Michelin para la gente que cocine de verdad, pero después pasamos de largo por esos sitios donde sí se cocina de verdad. En esa ruta de la tapa descubrí un matrimonio con algo especial en la mirada y en su forma de trabajar, de hecho tuvieron un reconocimiento especial por parte de nosotros, el jurado, por su manera de cuidar y tratar el recetario tradicional. Pero a partir de ahí, cuando he ido al Mercado Central a comprar en ocasiones me he metido a tomar un café o echarme un bocadillo y poco a poco he descubierto un tesoro oculto que tenemos en la ciudad. Mis ojos empezaron a abrirse en serio con algo tan sencillo como su bocadillo de pata, “no llega nunca al mediodía, en formato pulga o normal, es un fijo de la casa”, me contaba Miguel. Mientras estaba tomándome el bocata de pata llegó otro cliente y le pedió un “pepito de ternera” y ahí se me erizaron los pelos, hacía años que no escuchaba pedir un pepito y menos que un local lo tuviera. Cuando le pregunté a Miguel me dijo que era otro de esos bocadillos que llevan haciendo años y que no pueden ni quieren quitar de la carta. Quedé con él en que pronto iría a probarlo, cosa que hice a la mañana siguiente. Y créanme cuando les cuento que el día que probé el pepito de ternera con su majado de perejil y el queso fundido casi me echo a llorar. Me recordó a esos bocatas que de joven sí podíamos encontrar en cualquier bar de Guanarteme y que hoy han sido sustituido por modernidades alejadas de cualquier atisbo de alma y por supuesto, menos sabor y calidad que este. Esther me decía que “hago el majado de ajo y perejil todas las mañanas, el entrecot lo corto yo a diario según me lo traen del Mercado Central y lo hago como si fueran para mí, no concibo otra manera de cocinar que desde el cariño y respeto a mis clientes”. Yo les digo que desde ya es un bocata que repetiré sin descanso al menos una vez al mes porque ese perfecto corte de la carne y la calidad de la misma dejan en paños menores a miles de hamburguesas malas que surgen en cada esquina. Pero hablando con Miguel y Esther mi sorpresa y ganas de seguir conociendo bocatas aumentaban, “todos los viernes hacemos un bocata de albóndigas que gusta mucho, los jueves uno de carne mechada que es otro de los imprescindibles de la gente y también hago el bocata de croquetas del día”. Con esos datos estaba claro que tenía que seguir yendo. Y así fue, el siguiente viernes acudí a probar el de albóndigas, que también venden por tapas y raciones pero que en bocadillos es un auténtico deleite. Con su salsita de tomate y el queso es de esos bocados que te hacen cerrar los ojos de felicidad, “compramos unos 5kg de carne cada viernes y solo en bocadillos son más de 50 antes del mediodía. Quien lo sabe ya viene todos los viernes desde las 7 de la mañana a por su bocata de albondigas”. ¡Y no me extraña!, es una absoluta locura de bocadillo. Al igual que en el de Entrecot se nota la mano de la Canicería Lorenzo Santana, que desde el Mercado Central les suministra las carnes que usan en esta santa casa. Y los panes, de La Madera, pan de verdad, más de 200 grandes y unas 100 pulgas que se venden diariamente solamente en bocadillos de todo tipo. “El pan siempre es de La Madera, panes de verdad con gente de aquí, no congelados ni similares”, como bien se encarga de recalcar Miguel y Esther. No me iba a ir sin probar el bocata de croquetas que recuerdo comía en el Bar Ñoño de antes, el de toda la vida, cuando terminaba de jugar el futbol o coger olas en La Cicer. El de Esther es espectacular por lo ricas y sabrosas que son sus croquetas de pollo, ahora me falta probar el de croquetas con gambas al ajillo que hace algunos viernes. Como toque final no solo de carnes viven los bocatas del Gamonal, el de pámpano a la plancha con su limon es suave y sabroso a la vez, “compramos y preparamos el pescado a diario para que no se llene
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