Matteo Pierazzoli afianza su sueño de construir un proyecto donde la cocina que le hizo amar su profesión sea reconocida y apreciada en la ciudad que le acogió de corazón.
Hay aperturas que pasan sin pena ni gloria, pero lo que ha conseguido Rigolo en apenas un año roza lo histórico para la escena gastronómica de Las Palmas de Gran Canaria. Su chef y propietario, Matteo Pierazzoli, ha convertido este rincón en la quintaesencia de la trattoría italiana, ensalzando la tradición sin perder el pulso de la creatividad y el producto de temporada.

Matteo Pierazzoli
El éxito de público no es casual. El comensal canario, exigente y curioso, ha encontrado en Rigolo una propuesta honesta y tremendamente sabrosa, acogiendo con entusiasmo cada nueva incorporación a la carta.
Entre los estrenos más celebrados, destaca la renovada tabla de embutidos importados directamente desde Italia con selecciones que rivalizan con las mejores despensas peninsulares, y una trucha ahumada que encuentra en la ensalada de tomate e hinojo su pareja perfecta: frescura, textura y armonía en boca. Junto a todo ello no olvidemos pedir sus excelsas croquetas de queso, no se arrepentirán, es más, diría que repetirán.
No desaparecen sus ya famosas sardinas en escabeche tipo Venetto, los buñuelos de N’duja y sus panes de masa madre.

Tabla de quesos y embutidos

Ensalada de Tomate, Hinojo y Trucha Ahumada
Si la pasta es la referencia inevitable de cualquier trattoría, las manos de Pierazzolli elevan los estándares a cotas poco vistas en la isla. Sus ya míticos Raviolis de ricotta y berros tienen nuevos acompañantes como unos imbatibles Cappelacci de calabaza de temporada y ricotta que aparecen como un bocado reconfortante y sutil.
Destacan también unos Cappeletti con espárragos y panceta que despliegan un despliegue aromático irresistible mientras que los gnocchis al queso blue de Nicoletta sorprenden por su cremosidad y equilibrio.
Aunque en esta última visita me he centrado en la pasta, no olviden preguntar por las carnes y pescado a la brasa que maneja con guante de seda esta cocina, que de casta le viene al galgo y les aseguro que son un must a no perder de vista.

Cappelacci de Calabaza y Ricotta

Cappeletti con espárragos y panceta
El cierre dulce merece mención especial: un tiramisú casero que conquista incluso a quienes —como quien firma esta crónica— nunca se han sentido seducidos por este clásico. Rigolo ha logrado que el tiramisú deje de ser el habitual postre ‘de compromiso’ para convertirse en motivo de regreso.
La sala de Rígolo también se ha afianzado con un equipo joven, comprometido y compenetrado que consiguen hacer brillar a la misma con el brío que sale de cocina conjugando la elegancia de los platos con la cercanía y profesionalidad de un servicio que transmite felicidad en cada momento.

Tiramisú

Ambar y Santi
En definitiva, Rigolo no sólo consolida en su primer año una clientela fiel, sino que marca un antes y un después en la restauración italiana de Gran Canaria. Casa, producto y dedicación: la receta del éxito está servida.
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